Sexualidad periférica en la prosa de García Lorca y la Oda a Walt Whitman.
- pablovsalazar
- 28 jun 2022
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Es sabido o al menos vociferado por todos los seguidores de la generación del 27 y del universo de las letras hispanas que Federico García Lorca era homosexual, lo cual tiene implicaciones mucho más profundas que el mero acto carnal, ya que existe una amplia gama de aspectos en torno a la preferencia sexual -tanto de índole social como psicoemocional-, que permearon en toda su obra, sin embargo en la Oda a Walt Whitman se observa una conflagración del yo, con el ello y el superyó freudianos que, en orgia convulsa engañan al lector, orillándolo a cuestionar si la persona poética de Whitman (Bardenes, 2014) incidió en la prosa lorquiana al punto de cambiar sus expresiones literarias, es decir si ¿hay un Lorca antes y uno después de Walt?
A lo cual podemos adelantar -no sin muchas reservas- que sí, que efectivamente hubo un cambio en el ideario de nuestro Federico, una súbita conmoción que generó en el artista una forma torcida de epifanía moral-inmoral centrada en la dicotomía shakesperiana de ser o no ser, pero al efecto la cuestión no era morir o vivir, sino aceptarse o no, lo cual, como se observa en el opúsculo de su camino y aun con la obvia -no tan obvio- forma de vivir su sexualidad, quizás no ocurrió.
Para arribar a esta conclusión preliminar se siguieron tres caminos: en el primero se efectuó una revisión de la obra lorquiana, principalmente, de “Poeta en Nueva York”, “Oda a Salvador Dalí”, “Sonetos de amor oscuro”, “el público” y “la casa de Bernarda Alba”. El segundo camino se recorrió a través de una revisión cronológica de la producción literaria, para fijar nuestra atención en el año de 1930, en el cual se considera, surgió el cambio propuesto, valiéndonos de algunas doctas opiniones. Finalmente, para una mejor aproximación al pensamiento lorquiano y al por qué se dio el cambio indicado ante las ideas de Whitman, se efectuó una revisión documental de algunos textos de la teoría queer (Fonseca, 2009) para contar con un marco conceptual mínimo sobre las sexualidades periféricas.
A manera de corolario, es pertinente indicar que la presente exposición se limita evidenciar el ideario conflictivo en la psique de nuestro autor al momento de contrastar, en la Oda a Walt Whitman (García, 2007), la idea del muchacho que se viste de novia con los asesinos de palomas a manera de conflagración entre los hombres de timidez sexual y con gusto por el sadomasoquismo, lo cual se observó en algunas de sus construcciones posteriores. En ese tenor, no se realiza un análisis exhaustivo de las obras en cita, sino un repaso sobre algunos aspectos que posibilitan ofrecer un buen chisme documentado.
A fin de comprender las implicaciones de la sexualidad en la producción literaria lorquiana se considera pertinente aproximarnos a algunos conceptos del argot queer, específicamente al de sexualidades periféricas que, a dicho de Fonseca, (2009) alude a todas aquellas que se alejan del círculo imaginario de la sexualidad y que ejercen su derecho a proclamar su existencia, destacando que tal proclama se efectúa a través de la acción de aceptación, la cual no alude solo a la aceptación de la sociedad respecto de aquellos sujetos con preferencias sexuales distintas -lo que entraría en el terreno dela tolerancia-, sino a la aceptación propia del ser homosexual, considerando que “la práctica homosexual genera en el hombre la necesidad de reprimir sus deseos, para encajar en la sociedad (Fonseca, 2009), con lo cual se crea en la mente del sujeto un estado permanente de auto negación, por considerar que no debe ser lo que es, sentir lo que siente, querer lo que quiere, por el posible escarnio que le depare el hecho de ser él mismo.
Aunado a lo anterior, dicha represión del deseo sexual, no es sencillamente suprimida o desviada, sino que “se vuelve siempre sobre sí misma” (Fonseca, 2009), produciendo un efecto doble: por una parte, compeliendo al sujeto a ocultar su condición ante el escarnio social y, por la otra, promoviendo la homofobia a través del desprecio y la ofensa al gremio, como mecanismo de defesa, confirmativo de esa auto negación.
Es decir, el gusto por los hombres siendo hombre genera una laceración triple: la primera es la tristeza por la discriminación de la sociedad; la segunda es la frustración por reconocerse disidente de la normalidad con la natural necesidad de aceptación; la tercera es el odio para el gremio por reconocer en ellos aquello que odia de sí mismo.
Tal preferencia sexual se redimensiona si la contextualizamos en tierras ibéricas hacia la primera parte del siglo XX: sociedad de postura monárquica ultra católica con una clara –no tan clara-, definición de la hombría y la estabilidad del sistema de géneros, en cuyo régimen penal se estableció el delito de homosexualidad para quien “habitualmente o con escándalo, cometiere actos contrarios al pudor con personas del mismo sexo…” (Campos, 2013).
En esta realidad donde la anormalidad era un delito vivió Federico, y él -producto de su entorno- “trataba de esconder cualquier comportamiento femenino que lo identificara públicamente como homosexual, trataba de ocultar el marica que llevaba dentro” (Bardenes, 2014).
Desde luego que tal proeza implicaba toda una parafernalia desgastante de actitudes que, en mayor o menor medida, afloraron en sus construcciones literarias a través de distintos indicios que denotaron la resistencia entre quien era y quien debía ser, con la consecuente frustración e ira que de ello se deparaba; pero no tanto para evitar la difusión de sus gustos en la cama –dado de que era más o menos algo sabido-, sino por ejercicio perenne de auto reprimenda por el hecho en sí.
Muestra de ello se avizora en la exclamación “¡Oh, Salvador Dalí, de voz aceitunada!” que vemos en la Oda lorquina dedicada a este pintor: por el amor que le profesaba, por ese amor correspondido en el que se revela un intercambio más allá de las cartas, más allá de la Residencia de Estudiantes de Madrid donde coincidieron(Lee, 1986); por ese amor culpable por ser prohibido. Y es que resulta evidente la fuerza retorica en la declaración de los versos: “No elogio tu imperfecto pincel adolescente ni tu color que ronda la color de tu tiempo, pero alabo tus ansias de eterno limitado.” (Lorca, 2007). Sin embargo, aun cuando se advierte una verdadera pasión, también se observa lo intranquilo, ya que sin demérito a la provocación en torno a que “Tu fantasía llega donde llegan tus manos” (Lorca, 1926) desoladamente profiere en su oda: “Un deseo de formas y límites nos gana. / Viene el hombre que mira con el metro amarillo. / Venus es una blanca naturaleza muerta / y los coleccionistas de mariposas huyen.” (Lorca, 2007).
Estos versos finales quizás podrían aludir a la audacia del pintor por enlistarse en las filas surrealistas (Zardoya, 1968), pero quizás, solo quizás también a la imposibilidad de su amor y la frustración por ello, al estilo: -esto es más grandes que nosotros, pero nos pueden cachar, este amor es imposible y no hay ojos que lo comprendan.
En esta oda, se avizoran luces de varios sentimientos que se expanden en el pecho deseosos de brotar, pero solo se insinúan, se susurran y finalmente se consumen ante la imposibilidad de su expresión.
Ahora bien, en consonancia con estos deseos trémulos cada vez más expandidos y menos disimulados del universo lorquiano, pero en garrafal contraste con la timidez de sus obras precedentes, surge hacia 1930 “El público” en el que Federico García (2004), cuestiona los “postulados del hetero-sexismo compulsivo por medio de su recurso al sadomasoquismo [y] explora la forma en que el público, como metáfora que representa la de quienes rodean al individuo en el espacio social, ejerce un efecto sobre éste por medio de sus prácticas de vigilancia” (Cortez, 2001).
En este drama se analiza la práctica opresora que asigna al individuo una identidad construida a partir de la forma en que la sociedad lo acepta, indaga en los deseos homosexuales reprimidos y los defiende -sin defender-, sustentando que las identidades se encuentran en continua metamorfosis. Sin embargo, con cierto apostrofe de recrimino, condena en forma disimulada el acto al enunciar por ejemplo que “El ano es el fracaso del hombre es su vergüenza y su muerte” (Lorca, 1930).
Pero la cuestión es a qué podemos atribuir esta lascivia retórica, por qué este súbito cambio del disimulo al descaro, por qué el contenido violento y de abierto sadomasoquismo: quizás, solo quizás ¿por Walt Whitman?
En enero de 1929, tras la ruptura con Dalí y desavenencias sentimentales con Emilio Aladrén, Federico decidió emprender un viaje a Nueva York, dicha travesía generó una gran producción literaria, sin embargo, una de las que más llaman la atención por la influencia que se presume en su obra posterior es la Oda a Walt Whitman.
Señala Badenes (2014) que el contacto más directo e inmediato que tuvo Lorca con el poeta estadounidense fue por medio de su amigo, el escritor Español León Felipe, principalmente durante su estancia en Nueva York, ya que en aquella época Felipe traducía “el canto a mí mismo” de Whitman, por lo que era un tema recurrente entre los amigos, además de que Federico conoció la formidable obra de Whitman: “hojas de hierba”.
Whitman predica en sus poemas un amor íntimo, una idealizada emoción entre hombres rudos, un intercambio sexual placentero entre varones que reconcilia la libertad individual y la igualdad social; lo cual revoluciona la mente de Lorca, tanto por el concepto idílico de amor masculino y viril, como por la imagen de amor entre iguales que supera las dicotomías basadas en el género y la sexualidad (Badenes, 2014).
En la época que vivió Lorca el referente del homosexual era el “Marica”, lo que le conminaba sin remedio a ser uno. Después de la prosa de Whitman todo cambió, porque Federico conoció un nuevo referente: “la virilidad, la fraternidad y la camaradería, la admiración del cuerpo masculino, la aceptación de uno mismo y la expresión propia, la reivindicación de la homosexualidad, la defensa de los oprimidos y de los explotados” (Gibson, 2016).
Las características del nuevo ideario acabaron de construir a Federico, lo dotaron de coherencia y aspiraciones sustentadas en el deseo de identificarse con el tipo de homosexual que fue Whitman, lograron darle impulso hacia una plena auto aceptación, hacia la pugna por la libertad y la igual-dad; sublevaron los rasgos profundos de sus tristezas, frustraciones y odios para ir “Más allá de la oscuridad” (Whitman, 1855).
Lorca comienza a escribir su “oda a Walt Whitman” en diciembre de 1929 durante su estancia en Nueva York y la termina en la primavera de 1930 en la Habana, Cuba, lidiando abiertamente con su identidad homosexual pero valiéndose de lo que representa y simboliza la persona poética de Whitman (Badenes, 2014), lo que se advierte en el su tono ambiguo del poema a manera tanto de un homenaje como reproche de la figura de ese “viejo hermoso Walt Whitman” y el tono despectivo relativo a esos maricas “asesinos de palomas”.
En la Oda a Walt Whitman, se da el abandono y la destrucción del único referente, de la etiqueta que tanto le había hecho sufrir, la asunción de uno nuevo para él y el anuncio de tiempos mejores con la llegada del reino de la espiga (Gibson, 2016). Sin embargo, la poética lorquiana se caracteriza por mantener conceptos e imágenes opuestas y antagónicas en tensión sin intentar resolución y esta oda es un ejemplo, ya que contrario a lo que se advierte a simple vista no hay homofobia, sino todo lo contrario:
“Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.” (Lorca, 1930)
Parece aquí que la voz poética lorquiana fustiga al homosexual amanerado que exhibe públicamente su deseo, pero se compadece del marica oculto que lo calla, sin embargo -aun en contra de las salvedades de los doctos en letras lorquinas-; ello no es más que un reflejo de la devastadora confusión que sufre ante las nuevas posibilidades de felicidad.
Es decir: defiende al “muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero” porque es él; desprecia a los “Cancos de Madrid” porque quiere ser como ellos; aunque sufre por ambos, ante la vívida imagen de un mundo en que la igualdad entre las personas esté más allá de los insultos, frente a la crudeza y discordante realidad.
La oda es una especie de oxímoron cuyo acento se fija en las lamentaciones por un mundo culero; por eso rompe los decibeles permitidos con el grito de inconformidad que se escucha en “el personal” con la evocación de travestimos, masoquismo y sodomía; por eso, después de la Oda vemos un Lorca en enérgica oposición al primero –autor de las místicas y el libro de poemas-, “un Lorca poseído por la “serpiente de sangre “, ardiendo en “pasiones de fuego” e incluso “cabalgando a un macho cabrío” (…) un Lorca que se ha reconciliado con su homosexualidad” (Dobón, 1996).
En tales condiciones, como conclusión, en efecto podemos distinguir a dos Lorcas, el de antes de su viaje a Nueva York y el de después de Walt Whitman, el cual dicho sea, en el universo lorquiano no es solo una persona: es una idea de libertad, un hito de percepción igualitaria, un nicho donde no existe represión y escarnio por el solo hecho de ser, es el jardín donde la autenticidad y las cualidades no son objeto de inquisición, es su Cadaqués en el verano del 27, es el orgasmo prohibido de Adela, es la orilla de su sueño, es la felicidad del hijo arrancada con sangre por Leonardo, es su otoño enajenado… es pues, el paraíso que le fue arrancado de manera prematura por esas putas balas que lo atravesaron aquella madrugada en la tierra de Víznar.
Fuentes
1. Badenes, J. I. (2014). Modernismos, Masculinidades Y Nacionalismos: Rubén Darío Y Federico García Lorca Ante Walt Whitman. Chasqui, 43(1), 92–102. http://www.jstor.org/stable/43589605
2. Campos, R. (2013). Los invisibles. Una historia de la homosexualidad masculina en España, 1850-1939. https://www.jstor.org/stable/23926507
3. Cortez, B. (2001). Sadomasoquismo Y Travestismo En “El Público” De Federico García Lorca: Un Reto Al Heterosexismo Compulsivo. Hispanófila, 133, 31–42. http://www.jstor.org/stable/43807163
4. Dobón, M. D. (1996). “La flor en el culo del muerto”. Eros apolíneo y Eros nocturno en “El público” de Lorca. Revista Hispánica Moderna, 49(1), 47–58. http://www.jstor.org/stable/30203872
5. Jerez-Farrán, C. (1996). El sadomasoquismo homoerótico como expresión de homofobia internalizada en el cuadro 2 de “El público” de García Lorca. Modern Philology, 93(4), 468–497. http://www.jstor.org/stable/438690
6. Fonseca Hernández, Carlos, & Quintero Soto, María Luisa. (2009). La Teoría Queer: la de-construcción de las sexualidades periféricas. Sociológica (México), 24(69), 43-60. Recuperado en 30 de marzo de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732009000100003&lng=es&tlng=es.
7. García Lorca, F. (2007), Poeta en Nueva York. Ed, Porrúa, México.
8. García Lorca, F. (2004), Novelas cortas. Ed, Porrúa, México.
9. Gibson, I. (2016). Lorca y el mundo gay. B DE BOOKS. https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=T1skDQAAQBAJ&oi=fnd&pg=PT5&dq=%E2%80%9CLorca+y+el+mundo+gay%E2%80%9D+Ian+Gibson&ots=C_J7op7EX5&sig=clQ-kpCWEkzUEw1Gm246hTuI3Hk#v=onepage&q=%E2%80%9CLorca%20y%20el%20mundo%20gay%E2%80%9D%20Ian%20Gibson&f=false
10. Lee, C. C. (1986). La “Oda a Salvador Dalí”: significación y trascendencia en la vida y creación de Lorca y Dalí. Anales de La Literatura Española Contemporánea, 11(1/2), 61–78. http://www.jstor.org/stable/27741745
11. Zardoya, C. (1968). “Mariana Pineda”, romance trágico de la libertad. Revista Hispánica Moderna, 34(1/2), 471–497. http://www.jstor.org/stable/30207063
12. Whitman, W. (2006). Hojas de hierba. Hojas de hierba, 1-1133. https://www.torrossa.com/en/resources/an/4357420
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