A los 35, del sueño a la ensoñación. (4 de 4)
- pablovsalazar
- 13 oct 2022
- 3 Min. de lectura
Hace un año comencé a escribir en este espacio, explicando mis motivos para iniciar un blog y, más allá, relatando la historia detrás de la intención de ser escritor. En aproximadamente tres semanas cumpliré 36 años y aunque ciertamente no tengo una visión cierta sobre el hecho, llego a esta edad feliz por haber asumido la responsabilidad de mis sueños y mostrar el valor de perseguirlos.
A casi un año de iniciar el camino de las letras puedo sostener con placidez que es todo lo que pensé que sería, y mucho más; está siendo una etapa completamente formativa revelándome que en el arte de la escritura hay mucho más allá de los libros, se trata de análisis, estética, visión, historia, pero sobre todo de un leguaje. Este nuevo acervo compuesto de ignorados verbos, sustantivos y adjetivos, ha iluminado zonas que habían permanecido en total penumbra hasta estos días, dando a luz nuevas inquietudes e intereses que van desde el por qué el español desplazó indebidamente nuestras lenguas originarias casi al borde de la extinción, hasta como qué hace grande a una gran obra.
En ese tenor, con la avalancha de ideas, conceptos y escenarios, se gesta el cimiento de dos proyectos, uno de los cuales será prestamente bosquejado en este modesto espacio –más de autorreflexión que de anuncio–, ya que las siguientes entregas, no versarán sobre el hecho de cómo convertirse en una persona que escribe y posteriormente en escritor, sino qué es lo que hace de un simple escrito una obra literaria, cuáles son los rasgos distintivos de tales proezas, qué se necesita para esculpirlas e incluso cómo podría un ordinario sujeto como el suscrito, tallar un obelisco a la belleza de Talía.
Porque hoy, un año después de comenzar este camino, me siento un tanto abrumado ante el hecho de que para la belleza el criterio es subjetivo y aun así hay una infinidad de reglas y subterfugios que delimitan las fronteras de lo majestuoso. Una gran idea, el exacto uso de eufemismos y figuras retoricas, la pulcritud morfosintáctica, el manejo de la métrica y la prosodia, aun reunidas, podrían resultar insuficientes para cifrar el siguiente Quijote o ser el próximo Machado.
Y si bien hay pistas por doquier retomó al efecto la que dicta Lorca en el sentido de que una obra que sube en la torre de su perfección, solo puede ser producto de la lucha con el duende, entendido éste como un poder misterioso e inexplicable que mora en el artista, y que se distingue del ángel –como guía y producto del esfuerzo–, y de la musa –como inspiración o disparo súbito de inteligencia–; en que la llegada del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas, atribuyéndole incluso propiedades divinas, arrancando lágrimas, excitación y suspiros a quienes aprecian su magnificencia.
Así, partiendo de que cualquiera puede desarrollar un trabajo con la guía del ángel y algunos menos versificar las ideas con la inspiración de la musa, sirva el presente espacio a manera de bitácora para registrar los movimientos y traspiés en la búsqueda del duende, es decir: en descifrar qué hace grande a los grandes, que les da la sublimidad a las palabras, lo eterno a las obras, lo mítico a los mitos.
Desde luego entiendo que dicho esfuerzo llevará una vida, pero la decisión de ofrendar la mía a tan noble causa, fue tomada desde hace décadas, cuando dispuse en el corazón que a los 35 se iniciaba este camino, como lo fue y será…
Sobre los pasos ha sido y será cosa fácil perder el horizonte ante el clamor de los problemas y el tedio de la cotidianeidad, flaquearán las intenciones y se contrapondrán los motivos, sin embargo, se debe recordar que, si bien la penumbra es natural al transitar caminos inexplorados, en realidad basta un metro de luz para atravesar los pasajes más oscuros.
Aunado a esto, en el camino lóbrego encuentra siempre uno a personas que van en la misma dirección, para bien o para mal no va uno solo y por apoyo o dirección sirven de guarda y compañía para acercarnos al sueño y dejar la ensoñación.
Así, viviendo hoy el sueño soñado por décadas, se redirigen los esfuerzos no solo para ser una persona que escribe en búsqueda del escritor, sino para desentrañar los secretos del duende de García Lorca, aquel que ampara las pasiones que escriben con sangre las obras eternas aquel que posee a los grandes artífices de las bellas artes, y reiterando la inicial postura sostengo que:
“ante el clamor incesante de mi sueño y la calidez de las sensaciones que me provoca en la imaginación el darle vida, sumado al pánico que me genera el primer paso en el camino de su búsqueda, opté -a mis 35 años- hacer lo único digno que se puede hacer por un sueño, es decir, responsabilizarme de él”

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