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Pablo Neruda, el "Tango del Viudo" y la esposa que nunca tuvo

Consideraciones iniciales


Pasando las hojas de la obra “El llamado del poeta” (Eisner, 2018), sobre la vida de Neruda, me encontré con episodios interesantes, sin embargo, uno de los que más me llamó la atención fue el ocurrido en su aventura Birmana con la pantera Negra “Josie Bliss”, en principio por la redacción misma del libro de Eisner, ya que a diferencia de las muchas obras escritas en torno al artista, en esta no se presenta como un ángel que vino al mundo a regalar sus bendiciones, sino como un hombre, talentoso e impetuoso, pero un hombre al fin; y es que repasando el relato sobre aquella mujer indomable y salvaje postrada a sus pies, celosa de su amor y dispuesta a la tragedia por mantenerlo a su lado, se me vino a la mente que Neftalí tenía en aquellos años tan solo 23, que se encontraba sólo en una tierra lejana, que se sentía menospreciado por el ministerio de relaciones exteriores chileno, rechazado por Albertina y desesperado por atención.

Asimismo, me recordó una vivencia personal: unas vacaciones en que toda la familia fue a la playa y a mí me toco ir al pueblo a cuidar ganado y, ante las risas y el escarnio de los primos al pasar el verano, no tuve más salida que inventarme un amor campirano, una fugaz pasión entre esteros y milpas, es decir, a símil de la salvaje pantera negra, me fragüé en la mente una indomable potra toluqueña y la presumí como conquista.

Tal cuestión, me condujo a la idea de que Josie Bliss no existió, de que solo fue inventada en el ideario de Pablo: como forma de hacer llevadera su entonces azarosa realidad; para tener un referente de amor exótico; para imponer su necesidad de dominación en tierras extranjeras; para aderezar su vacío con peripecias amorosas ante la negativa permanente de Albertina; para sumar a la evidente necesidad de atención.

Ante la incertidumbre y para dilucidar algunos de estos planteamientos, además de la lectura de “El llamado del poeta” de Eisner (2018), se efectuó una revisión documental de algunos textos en las plataformas https://www.jstor.org/, https://scielo.org/es/ y https://www.cervantesvirtual.com/ encontrando interesantes perspectivas sobre las amantes invisibles de Neruda (Goic, 2004), así como algunos “símbolos insistentes” (Alonso, 1939) en sus obras y comentarios sobre la enigmática mujer birmana (Del pino, 1990).

De forma simultánea, se revisaron los poemas de Residencia en la tierra de Pablo Neruda (1933) enfatizando el “Tango del Viudo”, y, de manera complementaria: “La noche del soldado”, “Juntos nosotros”, “Joven monarca” y “Josie Bliss”, los cuales son atribuidos a esta última, desde luego con ayuda de comentarios versados en la materia como los de Jaime Concha (1985), Ángeles del Pino (1990) y, desde luego de las memorias de Neruda (1974)

Lo anterior para sustentar la posibilidad de que Josíe sólo haya existido en la mente de Pablo, lo que, si bien no demerita las obras literarias construidas en su nombre, coloca a nuestro autor en un plano más terreno que angelical, lo ciñe como un joven soñador y ávido de atención, más que como el dios de la prosa chilena, destacando que él trató de construir tal leyenda toda su vida, como se observa en episodios como el aquí abordado.

Para ello en las siguientes lineas se efectuará una exposición sucinta de los hechos acontecido en el periodo comprendido entre 1927 y 1929 así como una revisión de su producción literaria, destacando algunas ideas de sus glosadores.


Desarrollo


Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, quien posteriormente adoptaría el hermoso nombre de Pablo Neruda tuvo una larga vida de 69 años, durante la cual fue: Pablo Nobel de Literatura, Pablo Honoris Causa de Oxford, Pablo paladín de las izquierdas y la justicia social e incluso sólo ¡El Pablo! Considerado por algunos de sus contemporáneos como el más grande poeta del siglo XX (Amoros, 2015).

Sin embargo, no siempre fue la poderosa encarnación de Apolo en la tierra, durante las primeras etapas de su vida fue un chico taciturno, melancólico y enclenque, de bajos recursos y poco atractivo, aunque con un talento destacable y una perseverancia mayor, robustecidas por la incansable necesidad de mostrar de lo que estaba hecho.

Hacia 1927 -después de varios años de complicados-, esta particular conjugación de virtudes y carencias llevó a Neruda a solicitar el favor de su amigo Manuel Bianchi para ingresar al servicio exterior chileno como agregado en alguno de sus consulados, ya que era una práctica común en la época que el Estado apoyará a sus intelectuales con cargos diplomáticos y, para el año en cuestión, Neftalí Reyes ya era Pablo Neruda, pero no solo como seudónimo, sino como personaje; es decir, para tales datas, ya contaba en su acervo -entre otras-, con la obra “Crepusculario”, publicado en 1923, así como con los “veinte poemas de amor y una canción desesperada”, publicados un año después y, desde luego, la vanguardista obra “tentativa del hombre infinito” de 1926.

En ese tenor, ante la falta de oportunidades en Santiago, lo poco redituable de su producción literaria, pero con un poco de suerte, se le otorgó el cargo de cónsul ad honorem en Ragoon, Birmanía, para desempeñar actividades de gestión mercantil, el cual desde luego decidió aceptar.

Tras una larga travesía con su amigo Álvaro Hinojosa, llegó a Birmania hacia octubre de 1927, observando un lugar exótico, de monzones, selvas y nativos, pero al fin, una colonia británica con las despreciables prácticas que de ello se depara, incluyendo la explotación, la segregación racial, la erosión de la cultura local y el incesante intento de sobrevivencia de los oriundos de las tierras ocupadas.

En este último rubro, como señala Rebollo (2016), era común para las mujeres acudir a prostíbulos, fumaderos de opio o bares para conquistar hombres extranjeros o pertenecientes a clases altas, por lo que sería fácil imaginarse a un Neruda en su veintena en uno de estos lugares, fascinado por las exuberantes bellezas nativas.

Incluso el mismo Pablo refiere en sus memorias: “Me adentré tanto en el alma y la vida de esa gente, que me enamoré de una nativa” (Del Pino, 1990); sin embargo, esto contrasta con lo indicado en una de las cartas que escribe a Hector Eandi en el sentido de que “las fechas de estas cartas quieren decir para mí, largo tiempo de horrorosa, solitaria e inerte vida” (Rebollo, 2016); razón por la cual, se advierte cierta contradicción entre lo escrito en sus memorias y aquello de la carta.

Sin demérito de lo anterior, se precisa que al poco tiempo de llegar a Rangoon, Neruda solicitó al ministerio de relaciones exteriores chileno -por conducto de Carlos Morla-, que se le trasladara a algún otro lugar, alegando las precarias condiciones en que se encontraba en el consulado ante la falta de recursos, por lo que, como refiere Eisner (2018), en diciembre de 1928 se le envió a Ceylán, donde las condiciones no fueron mejores ya que, a su propio dicho, vivió ahí sus momentos más difíciles, refiriendo sobre el particular que "La verdadera soledad la conocí en aquellos días y años de Wellawatha. Dormí todo aquel tiempo en un catre de campaña como un soldado, como un explorador. No tuve más compañía que una mesa y dos sillas, mi trabajo, mi perro, mi mangosta y el boy que me servía y regresaba a su aldea por la noche" (Eisner, 2018).

En esa tesitura, se advierte que: Pablo aceptó el encargo en Birmania, ante la falta de algo mejor en su país; que antes de que trascurriera un año solicitó su traslado precisamente por no querer estar ahí -ante el generalizado ambiente de podredumbre-, y que se trasladó a Ceylán aceptando condiciones peores de las que tenía en Birmania.

Esta situación general de desavenencia y desesperación se ve robustecida si agregamos la variable de “Albertina” con quien -como refiere Eisner (2018)- estableció a una quasi relación que se extendió desde 1922 hasta 1932, como se evidencia en las cartas y poemas que Neruda envió a la joven a lo largo de este amor más o menos correspondido. Era ella una de las musas en sus veinte poemas de amor y varias obras más, e incluso, llegó a proponerle matrimonio en varias ocasiones y la amenazó con casarse con otra si ella no le daba el sí en un plazo determinado, lo que cumplió cuando Albertina dejó de escribirle (EL PAIS, 1989).

En tales condiciones, sería acertado proponer que fue Albertina el gran amor de juventud del poeta y ante su negativa permanente de estar juntos, Pablo, ofendido y colérico, trataría de causarle un malestar mayor a los insultos pasivo-agresivos proferidos en sus cartas, tal como lo indica Eisner (2018) en su obra.

Así pues, en esas circunstancias de dolor, frustración, soledad y hambre, Pablo rememora la aventura birmana en los términos siguientes:



Me adentré tanto en el alma y la vida de esa gente, que me enamoré de una nativa. Se vestía como una inglesa y su nombre de calle era Josie Bliss. Pero en la intimidad de su casa, que pronto compartí, se despojaba de tales prendas y de tal nombre para usar su deslumbrante sarong y su recóndito nombre birmano.

Tuve dificultades en mi vida privada. La dulce Josie Bliss fue reconcentrándose y apasionándose hasta enfermar de celos. De no ser por eso, tal vez yo hubiera continuado indefinidamente junto a ella.

Sentía ternura hacia sus pies desnudos, hacia las blancas flores que brillaban sobre su cabellera oscura.

Pero su temperamento la conducía hasta un paroxismo salvaje. Tenía celos y aversión a las cartas que me llegaban de lejos; escondía mis telegramas sin abrirlos; miraba con rencor el aire que yo respiraba.

A veces me despertó una luz, un fantasma que se movía detrás del mosquitero. Era ella, vestida de blanco, blandiendo su largo y afilado cuchillo indígena. Era ella paseando horas enteras alrededor de mi cama sin decidirse a matarme. "Cuando te mueras se acabarán mis temores", me decía. Al día siguiente celebraba misteriosos ritos en resguardo a mi fidelidad.

Acabaría por matarme. Por suerte, recibí un mensaje oficial que me participaba mi traslado a Ceilán.

Preparé mi viaje en secreto, y un día, abandonando mi ropa y mis libros, salí de la casa como de costumbre y subí al barco que me llevaría lejos.

Dejaba a Josie Bliss, especie de pantera birmana, con el más grande dolor. Apenas comenzó el barco a sacudirse en las olas del golfo de Bengala, me puse a escribir el poema "Tango del viudo", trágico trozo de mi poesía destinado a la mujer que perdí y me perdió porque en su sangre crepitaba sin descanso el volcán de la cólera. ¡Qué noche tan grande, qué tierra tan sola! (Pablo, 1974, pp. 89-91)


De las memorias de Pablo podemos deducir -apoyándonos en Eisner (2018)-, que en medio de la podredumbre que lo hizo salir corriendo de Rangoon a un año de su llegada, conoció a Josie, una exótica mujer, que si bien era nativa de color negro -como todas las otras mujeres locales-, también tenía cierta posición, ya que vestía ropa inglesa y poseía un lugar propio donde vivir; aunado a ello, su belleza y energía sexual bastaban incluso para posicionarla como una verdadera amante, alguien con quien seriamente hubiera considerado casarse ya que, a diferencia de la manera en que percibía a las otras birmanas nativas –conmiserando su evidente racismo-, “ella encarna una fantasía, una mujer aceptable, en quien Neruda puede proyectar todos sus fetiches racializados y racistas” (Eisner, 2018).

Desde luego no es imposible que hubiera una mujer terriblemente tempestuosa, joven emocionalmente inestable, exuberante y atenta e, incluso, que hubiera estado con muchas de similar talante en sus visitas a los bares y prostíbulos, sin embargo, como refiere Eisner (2018), Neruda ajusta la descripción de su pantera a las problemáticas narrativas relacionadas con la raza, el género y oriente que se desarrollaron durante esos años, mostrando aspectos fundamentales de cómo se veía a sí mismo y al mundo que lo rodeaba en ese momento, es decir prefiguró en su mente un cliché.

Pablo y varias generaciones de escritores han aludido a Josie como una mujer exótica apasionada y celosamente homicida, como un icono literario del frenesí y el amor carnal, sin embargo, como sostiene Eisner (2018), hay un vacío absoluto, nos falta no solo la evidencia de archivo para corroborar esta versión particular de Josie, sino incluso alguna evidencia suficiente para sugerir que alguna vez hubiera podido existir, más allá de los escritos de Neruda y algunas anécdotas que le contó a sus amigos años después. Al día de hoy nadie sabe de su nombre y no hay ningún rastro oficial de Josie Bliss, nadie ha presentado pruebas de su existencia.

Incuso, como refiere Eisner (2018), es desconcertante que alguien que consumió tanto tiempo emocional y de su energía, ni siquiera apareciera una vez en la sincera correspondencia que mantuvo con Héctor Eandi, a quien Pablo le dirigió más de veinte cartas entre 1928 y 1935 relatándole detalles relevantes y nimios que iban desde su compañero Álvaro Hinojosa, hasta su permanente deseo de matrimonio al estilo “Quiero también casarme, pero pronto, mañana mismo, y vivir en una gran ciudad. Son mis únicos deseos persistentes, tal vez no podré cumplirlos nunca” (Fundación, 2022); desde luego, pasando por Albertina, respecto de quien, en su carta fechada el 27 de febrero de 1930, Pablo relató a Eandi lo siguiente:


Querido Eandi, gracias muchas veces por su carta última, en que me adjunta las otras de los Ministros. A pesar de todo "el meritorio funcionario" sigue donde mismo. El Cónsul General de Calcutta me ha propuesto ir a Singapore y Java, si me nombran allí está bien. Me gusta Java.

Sí, naturalmente, a veces estoy locamente alegre, no por culpa de Patsy y sus similares, sino por resolución de mi salud, de mi piel aún joven. Tendido en la arena, solo, en las mañanas grito de alegría EANDIIIIII, y todo lo que se me ocurre, los pescadores me miran asombrados, y les ayudo a tirar las redes. Qué joyas sacan del mar, parece increíble. Pescados dorados con rayas de violeta, y el rojo, el verde, el ultramarino pintados tan violentamente, y los extraños hocicos convulsionando y muriendo, es un placer extremo ver las redes recién sacadas. Los pescadores (aunque budistas) son muy brutales, y cortan los bellos animales aún vivos, cosa terrible.

Contento, indudablemente. En las tardes también sentado con mis pocos libros y mí whisky and soda, me siento feliz. Sin embargo, mi querido amigo, no me faltan amargas preocupaciones. Por suerte el primero de abril termino de pagar una deuda con el banco (2.000 rupees) y me ha costado sangre vivir pagándola, con dinero apenas para mi arroz. En fin. La cuestión sexual es otro asunto trágico, que le explicaré en otra carta. (Este tal vez más importante motivo de miseria.) Y una mujer a quien mucho he querido (para ella escribí casi todo Veinte Poemas) me escribió hace tres meses, y arreglamos su venida, nos íbamos a casar, y por un tiempo viví llenó de su llegada, arreglando mi bungalow, pensando en la cocina, bueno, en todas las cosas. Y ella no pudo venir, o por lo menos no por el momento, por circunstancia razonables tal vez, pero yo estuve una semana con fiebre y sin comer, fue como si me hubieran quemado algo adentro, un terrible dolor.

Esto ha pasado, sin siquiera poder decírselo a alguien, y así aliviarse; se ha enterrado con los otros días, al diablo con la historia! (Fundación, 2022)


En mérito de los hallazgos y conjeturas expuestos, podemos anticipar que existe una gran posibilidad de que la pantera negra jamás hubiera existido, de que esa ardiente mujer de ébano con tintes de occidente no fuera en realidad más que la imagen de la amante invisible en la poesía de Pablo, ubicada “más allá del sustrato biográfico que ha conducido al establecimiento de identidades y circunstancias referenciales diferentes” (Goic, 2004); es decir, un invento de su acongojada mente para sublimarse en el onirismo sexual y amoroso ante la realidad insoportable.

Sobre el particular, del Pino (1990) sugiere con meridiana claridad y sutileza, la posibilidad de una constricción performativa de la torrencial Josie, al indicar que no siempre la propia contundencia de los hechos es capaz de expresar el sentir verdadero de lo real. A veces es la imaginación, la invención poética la que revela el corazón de la realidad, la entraña profunda de los seres, la cara oculta de la historia. Y –continua del Pino (1990)- esto ocurre cuando queremos acercamos a la obra de Pablo Neruda y desentrañar algunos de sus poemas, como es el caso del Tango del viudo.

Es decir, sugiere nuestra ensayista que, para abordar la obra de Pablo, en ocasiones hay que trascender de la realidad y enfocar la mirada, no en el nombre, sino en lo que Goic (2004) identifica como la amante invisible, lo cual puede ser advertido en el poema tango del viudo que se escribió, precisamente con motivo de la aventura birmana y que a la letra refiere lo siguiente:


“Tango del viudo

Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,

y habrás insultado el recuerdo de mi madre

llamándola perra podrida y madre de perros,

ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer

y mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre,

y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis

comidas,

sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aun,

quejándome del trópico, de los coolíes coringhis,

de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño

y de los espantosos ingleses que odio todavía.

¡Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!

He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,

a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez

tiro al suelo los pantalones y las camisas,

no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.

Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,

y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,

y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero bailarás más tarde

el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,

y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina

acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:

bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,

de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,

y la espesa tierra no comprende tu nombre

hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas

recostadas como detenidas y duras aguas solares,

y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,

y el perro de furia que asilas en el corazón,

así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,

y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,

el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.


Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración

oída en largas noches sin mezcla de olvido,

uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.

Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,

como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,

cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,

y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma69,

y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente

llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,

substancias extrañamente inseparables y perdidas.”

(Pablo, 1992, pp. 50-52)


Como sostiene del Pino (1990) el Tango del viudo está enraizado en unas circunstancias vitales que, en cierta medida, nos dan la clave de la multiplicidad de significaciones que aparecen en el poema, pero como tenemos que basarnos en todo momento en los propios testimonios de Pablo Neruda sobre su vida, no podemos, en realidad, salir de ella para estudiar objetivamente su relación con el poema, es decir debemos partir del ideario nerudiano para dimensionar el contenido y los objetos.

Así: la repulsión por la situación general; la desesperación por la falta de recursos; la conflagración mental entre su ansia de reconocimiento frente a su condición de extranjero en una tierra lejana en la que nadie conocía su nombre; la frustración por la negativa constante de Albertina de aceptarlo por su precaria condición y la sensación de autosuficiencia por ello; las esperanzas insatisfechas de matrimonio; la permanente visión de mujeres exóticas disponibles, pero tan lejanas como los kyats que llegaban cada tres meses; la falta de mujeres adecuadas para sus gustos segregantes; el reconocimiento de su menoscabada condición de diplomático menor, casi por limosna; la exacerbada voz de su padre diciendo que su poesía era una estupidez mientras rompía las hojas de sus cuadernos (Eisner, 2018)…

Pero, sobre todo, la inventiva y genio para construir paraísos artificiales de exaltación y nostalgia, dieron pauta para el onírico nacimiento de Josie Bliss como su amante invisible, como la mujer de trémulas caricias imaginarias quizás propinadas por esa mano que describió en la Noche del Soldado al “hombre sin melancolía ni exterminio, (…) que no sabe que el agua amarga lo ha separado y que envejece, paulatinamente y sin miedo, dedicado a lo normal de la vida, sin cataclismos, sin ausencias, viviendo dentro de su piel y de su traje, sinceramente oscuro” (Neruda, 1992).


Conclusión

Frente al repaso de algunos momentos de la vida de Pablo y con la evidencia o falta de esta, podemos proponer casi válidamente que, en confirmación de la propuesta, Josie Bliss no existió, fue una invención nerudiana para hacer llevadera la cotidianeidad birmana, fue un revés para Albertina por su rechazo, fue un lacónico remanso de genialidad artística producida por los embriagantes vapores de la combinación de sudor de prostitutas y fumaderos de opio… o quizás, más ladinamente, fue el inventó de un joven aburrido para hace interesante su paso por Rangoon.

Concluyo: con el recuerdo de aquel día en que le conté a mis primos sobre las caricias de mi potra toluqueña en aquella aventura veraniega de mis tempranos veintes; con el recuerdo de los zapes, los gritos y las burlas que de ahí me ganaron el mote de “el alucín”; con la idea de que Neruda y sus glosadores no lo apodaron “alucín” porque es “el Pablo”; aunque pienso que, si en verdad él no es Pablo, entonces sí podría ser -a sus veintitrés- “el alucín”… no lo sé, quizás si yo me autonombrara Neftalí y me convirtiera un Reyes Bosolato, se acabarían los zapes y los gritos, quizás sea cuestión de crear mundos y onirismos y dejar que cada quien piense lo que guste, como él, como Pablo.


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